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“Sobreviví al coronavirus y vivo para contarlo”

  • - Por Leticia Quezada

 

Soy una sobreviviente del COVID-19. El día 23 de marzo de este año, mientras estaba en mi casa preparándome para salir a una reunión, sentí como si algo explotara internamente y se desparramara en todo mi cuerpo; me sentí extraña, empezaron a dolerme mis oídos y garganta.

Tan solo en media hora, comencé a sentir calor. Me tomé la temperatura y tenía 37.6. Poco rato después empecé con dolor de cabeza, así es que decidí ir al médico y cancelar mis actividades. Ahí, empezó mi peregrinar.

Fui al Hospital Tlalpan, entré al área de urgencias. Nadie quería acercarse por los síntomas que tenía. Me pasaron a un área especial para pacientes sospechosos.

Entraron una doctora y la enfermera cubiertas de pies a cabeza, y yo pensé, “si aquí atienden a todos los sospechosos de infección, y si no tengo COVID, ya me contagié”.

Me preguntaron si había estado en contacto con alguien que tuviera COVID, a lo que respondí que una semana antes estuve con una sobrina que llegó de Italia; y días antes había viajado al interior de la República por mi trabajo.

En ese hospital no tenían las pruebas, sólo me hicieron la de la influenza para descartar. Salí negativa a influenza.

Fui de un hospital a otro, hasta que me mandaron al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). Finalmente, llegué, pasé a la recepción, les di la hoja de referencia y tomé asiento con otros pacientes; supongo yo que con los mismos síntomas.

Ese día estábamos más de 15 personas en la sala de espera y nadie estaba respetaba la sana distancia, sólo se usaba gel y algunos llevábamos cubrebocas.

Después de tres horas salió un doctor también protegido con equipo y comenzó a llamar uno por uno a consulta.

Después de cuatro pacientes escuché mi nombre, Leticia Quezada Contreras; ingresé y el doctor revisó mi hoja de referencia. Me tomó la temperatura y la oxigenación.

En ese momento me dijo, pues muy probablemente usted tiene COVID por los síntomas que presenta. Me asusté, pero le pregunté si me podían hacer la prueba y dijo que no había muchas, ya que sólo se están aceptando pacientes que no puedan respirar o vengan muy críticos.

“Le recomiendo ir a hacerse la prueba a algunos de los siguientes hospitales”, y me entregó una lista.

Dijo que si iba a los hospitales públicos me enfrentaría al reto que no tienen suficientes pruebas, “yo le recomiendo que si tiene las posibilidades acuda a algún privado para que le practiquen la prueba”.

Salí del INER pensando ¿cómo fue posible? y los riesgos que había si se complicaba; aunado al temor que sentí al saber que tendría que regresar a casa, pues no quería contagiar a mi familia.

Cancelé todas mis actividades y me fui al único hospital que tenía pruebas disponibles, el Ángeles Interlomas, en los demás estaban agotadas.

En el área de urgencias estábamos más de 50 pacientes, quienes fuimos evaluados hasta que me hicieron la prueba.

Me atendió la doctora Xiména Ochoa, a quien le pregunté que si acudía mucha gente a la prueba, a lo que me respondió que sí, que de cada 10, 6 salían positivos y por supuesto pague mis 13 mil pesos.

Después me llegaron los resultados por correo, mis miedos confirmados: positiva SARS-CoV-2, estimación de carga viral leve.

Mis síntomas se fueron incrementando: más dolor de cabeza, garganta, oídos, una especie de gripe rara, perdida de olfato.

En dos días me salió sangre de la nariz, dolor de cuerpo, mucho cansancio. Me agitaba al subir unas escaleras, temperatura elevada y mucho sueño.

Ya con la confirmación, mandé mensaje al SMS COVID para reportar. Llamé a Locatel y a toda le gente con la que tuve contacto para avisarles, siguiendo así el protocolo establecido.

Estuve en aislamiento en mi propia casa, sin contacto y mis alimentos me los dejaban en una mesita a la entrada, en esos 16 días no pude abrazar a mi pequeña hija, sólo teníamos contacto por videollamada, increíble, y estando en la misma casa.

 

Leticia Quezada

 

15 días después, me llamaron de la Secretaría de Salud, de la jurisdicción Sanitaria de San Bartolo Ameyalco y me volví a hacer la prueba y logré superar el virus sin contratiempos.

Pensaba y sufría, diciéndome que yo que tuve la oportunidad de ir a médico particular a hacerme la prueba, tomar los medicamentos y ponerme en aislamiento durante 16 días, pero me pregunté que habría pasado con las personas del INER ¿qué habrá sido de ellas?

Si estaban contagiadas ¿cuál fue su seguimiento? En esas fechas iniciales de la pandemia, no había control, no había materiales ni equipo.

Hoy, me entero de muchos casos de personas que murieron en sus casas en cuestión de horas, porque no tomaron en serio los síntomas, o porque tardaron en llegar a los hospitales o porque no fueron valoradas y atendidas a tiempo.

Considero que la Secretaria de Salud debería tener un protocolo de puntual seguimiento a los pacientes. Sé que es un esfuerzo muy grande, pero deberían existir brigadas médicas para monitorear a cada paciente en su casa y no solamente por teléfono, verificar que estén en aislamiento, que se tomen los medicamentos, que tengan qué comer para su sistema inmunológico, revisar su oxímetro.

Sólo así evitaríamos que pacientes mueran por falta de atención, debido a que, en la lectura del oxímetro, se va dando la pauta para saber si un paciente debe de ser llevado a urgencias antes que sea demasiado tarde.

Ahora sé que si estas debajo de 90 de oxigenación debes de acudir al hospital.

Hoy todos los mexicanos tenemos incertidumbre, nos tenemos que preparar para esta nueva realidad, sin embargo, no podemos dejar que el miedo gane, somos fuertes, sobrevivientes.

Honremos a quienes nos han dejado reconstruyendo un país más fuerte. Costará tiempo, recursos y esfuerzos, pero es lo menos que podemos hacer por las futuras generaciones.

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