Parabólica / Nuestra generación perdida

Tiene 14 años de edad y ya ha sido detenido por lo menos en seis ocasiones. Todas, por delitos menores y siempre se ha librado de ser sometido ante instancias correspondientes. La habilidad histriónica termina por conmover o persuadir a quienes han resultado agraviados por los hurtos frecuentes.

Desde los ocho años de edad ha sido un forajido. Diminuto, delgado y siempre calzando tenis, ha sabido abrir bolsos de señoras en los mercados, misceláneas o verdulerías; con el tiempo, avanzó hasta abrir vehículos en la vía pública y ahora comete robos en casa habitación. Lo caido, caido, pues.

El historial familiar de este ya experimentado delincuente no es muy distinto al de nuestra generación perdida. Padre alcohólico y madre ausente, ha sido criado en familias paralelas: tías, primas y quien se haya condolido de la condición familiar de este muchacho... Hasta que han sufrido algún tipo de robo.

Sobre él ya se construye un conjunto de leyendas urbanas. Hijo de una familia disfuncional, hay quien asegura que es un padrastro el que le halconea para cometer esos delitos; que un hermano mayor está dedicado a robos de mayor importancia y que suele reunirse con un grupo de adictos a sustancias prohibidas. Nada de su historial escolar.

El lunes 22, casi a la medianoche, una patrulla de la Policía Estatal lo aseguró por el rumbo de Las Torres, en la capital de Puebla. Dijo que vivía por Barranca Honda, en la zona limítrofe con el estado de Tlaxcala y luego en la colonia Popular, por el sur de la capital. Ni uno ni otro.

Fue llevado a otro domicilio por el rumbo de la 11 Sur para ser entregado a una mujer que dijo ser su prima.

La vivienda de donde salió presenta un deterioro que refleja las condiciones como se desarrolla este jovencito. Ocho horas después de haber sido detenido por la policía fue capaz de cometer otro robo. Consiguió introducirse a una propiedad privada, burlar a un grupo de adultos y llevarse una fuerte cantidad de dinero.

Su identidad, domicilio y perfil están en el conocimiento de las autoridades para ser detenido y presentado. El tiempo avanza, implacable, como el agotamiento de la paciencia de los afectados.

Los vecinos de la zona por donde opera este delincuente advierten, con sobrada razón, del riesgo de que en dos años más el personaje central de esta historia regrese armado para ponerle una dosis adicional de adrenalina a su actividad de infante: el robo con violencia.

Es el caldo de cultivo que hiede. Delincuencia que protagoniza la escoria vista de soslayo por sociólogos, psicólogos, economistas y hasta criminólogos. La necesidad para implementar políticas públicas integrales sigue siendo un pendiente de todos los involucrados.

La sociedad espera impaciente.

Fernando Maldonado

Reportero, Autor de la columna parabólica. Periodismo en red.

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